Capítulo 2
Ya lo sabía, era Isabel.

Volví la mirada hacia ese informe de examen prenatal sobre la mesa, la fecha indicaba que había sido realizado cinco semanas atrás. Y justamente hacía cinco semanas, Dante había desaparecido toda una noche.

Me dijo que había ido a Nueva Jersey para resolver una serie de problemas con las líneas de contrabando del puerto. Pero ahora que lo pensaba bien, estaba claro él la había acompañado a realizar esa supuesta cirugía para «continuar el linaje».

Resulta ser que, desde el principio, ya me habían excluido de sus planes. Solo esperaban a que me «enterara», no a que «estuviera de acuerdo».

Siempre había esperado por el día de la boda, había esperado tomar del brazo a Dante y caminar juntos hacia el altar. Pero, ahora, todas mis expectativas se habían convertido en burbujas que explotaban en el aire sin dejar rastro.

En ese momento, mi celular vibró, interrumpiendo mis pensamientos. Era mi compañera de clase, Susana, cuya voz clara resonó al otro lado, cuando atendí.

—Lina, sé que te vas a casar, pero, aun así, quiero preguntarte una vez más: ¿en serio no considerarías venir a trabajar a nuestro hospital? Eres la estudiante con más talento, el profesor siempre ha esperado que te unas a nuestro equipo médico. Considerando que pronto te casarás, dice que puede hacer una excepción y permitirte trabajar dos meses y descansar medio, así tendrás tiempo para estar con tu esposo.

Mi profesor había establecido un nuevo proyecto de investigación quirúrgica en el hospital de Milán, cuya invitación para formar parte había recibido hacía medio año. Él esperaba que me uniera a su equipo para dedicarme a la investigación médica.

Pero se suponía que, una vez que entrara al hospital, me desconectaría de toda vida privada, y no podría contactar con el mundo exterior durante largos períodos. Esos períodos podían ir desde uno o dos meses, hasta un año o incluso más.

En ese momento, no quería separarme de Dante por tanto tiempo, así que había rechazado la invitación del profesor. Sin embargo, ahora que Dante se había convertido en el padre del hijo de otra mujer, y dado que él nunca había considerado mis sentimientos ni la boda que se avecinaba, esa ceremonia no tenía razón de ser.

—Susana, ya lo decidí —anuncié con firmeza—, estoy dispuesta a ir a trabajar al hospital, no necesito vacaciones, sigamos el progreso normal del proyecto.

—¡Maravilloso! El profesor estará muy contento —repuso Susana con la voz llena de alegría—. ¿Cuándo planeas venir? ¿Qué tal una semana después de la boda? Así podrás ir de luna de miel.

—No, el mismo día de la boda está bien —respondí con suavidad, mientras mi mirada se posaba sobre el calendario que había encima de la mesa, en donde había marcado en rojo el día diez del próximo mes.

Originalmente, solo quería recordarme cuántos días faltaban para la boda, para facilitar la organización. Pero, ahora, esa fecha se había convertido en la cuenta regresiva para mi partida.

Dentro de quince días, Dante y yo cortaríamos completamente el contacto, para no vernos nunca más.

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