El dolor punzante que esperaba no llegó a mi cuerpo.
Me volví bruscamente y vi a Dante parado frente a mí, una mano apretada contra su abdomen, sangre brotando a borbotones. Se tambaleó y cayó pesadamente en mis brazos.
—¡Dante! —me apresuré a sostenerlo, con la otra mano marqué rápidamente a una ambulancia, en mi cabeza solo quedaba un pensamiento: detener la hemorragia, ¡rápido, detener la hemorragia!
—¡¿Estás loco?! —presioné su herida, mis dedos se empaparon de sangre caliente.
Dante ya tenía la conciencia borrosa, pálido como un papel, aún luchaba por abrir los ojos para mirarme. Las comisuras de su boca formaron una sonrisa tenue.
—Así que... ser apuñalado duele tanto... ¿Tú en aquel entonces también sentiste tanto dolor?
Se me encogió el pecho y se me llenaron los ojos de lágrimas.
En el último momento, antes de que llegara la ambulancia, él escuchó el sonido agudo de las sirenas, luego se desmayó.
La cirugía duró tres horas. El doctor dijo que el cuchillo evitó los órganos vita