Capítulo noventa y tres
Mi piel agradece la suavidad de la cama en donde estoy. Mi madre debe estar durmiendo todavía dado a que son las cinco de la mañana, tengo que levantarme para llegar temprano al instituto.
Me levanto y quedo desorientada por un minuto.
Un momento.
¿No se supone que yo debería estar durmiendo en el piso?
Junto mis cejas, trato de recordar que paso el día de ayer y es como si mi pasado se borrará totalmente, como si mi conciencia me juega una mala pasada. El cuarto en donde estoy es negro, amplio y pulcro en lo que cabe.
Tal vez este en alguna habitación distinta a las que conozco.
Veo mi cuerpo cubierto por una camisa negra que tapa solo lo necesario, abro los ojos como platos y veo un boxer cubriendo mi parte baja.