Capítulo ochenta y seis
—Yo también me alegro de verla, señorita Sara—da palmadas en mi espalda y me separa de él para abrirme la puerta.
—Que gentil —sonrío y subo al auto, la puerta se cierra y como por arte de magia recuerdo a Wade aquí conmigo.
No. Sara, no. No pienses en él.
La prado arranca y rápido nos colocamos en la ciudad. Observo los coches pasar a nuestro lado, la gente, el ruido y en lo único que mi mente está enfocada ahorita es en una sola persona.
Adiós.
A la mierda todo.
—Y Wade, ¿dónde está?—Andrews me mira por el retrovisor.
—Cuando salió del hospital se fue rumbo al aereopuerto, va a abrir otra empresa y quiere examinar