Capítulo setenta y ocho
Suspira—Está bien—abro la puerta y la hago subir, tiro mis cosas adentro y me acomodo en el asiento, cierro la puerta y Andrews me observa desde el retrovisor.
—Señorita Sara el Señor—alzo mis brazos para que no diga nada y él entiende el mensaje — aquí le manda—tomo la tarjeta y saco el celular de mi bolsillo, entro a mensajería y ahí ésta la clave.
Borro el mensaje y salgo—Al centro comercial, Andrews—la prado toma marcha y rápidamente nos instalamos en la ciudad.
—¿A ti te vienen a buscar al instituto? Vaya, que importante debes ser.
Niego—No soy nada importante para nadie.
Mentirosa.
Tienes una manada que daría la vida por ti.
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