"Siéntate", ordena Sebastian, mientras toma su propio asiento.
Honestamente, esto me recordaba mucho a cuando me convocaban a la oficina del director. Estaba ansiosa y no podía quedarme quieta. Seguí moviéndome con nerviosismo.
Sebastian parecía recién salido de la ducha. Su cabello todavía estaba húmedo y por primera vez desde que lo conocí vestía ropa informal. Llevaba una camiseta con cuello en V que mostraba sus abultados bíceps y un par de jeans. La ropa no le hacía justicia, pero aun así tenía que admitir que se veía bien tanto con ropa como sin.
"No tienes aquí ni un día y ya estás causando problemas", afirma, su voz firme y me saca de mi examinación de su cuerpo. Me siento erguida sintiéndome castigada.
Cruzo y luego descruzo las piernas. “En mi defensa ella estaba siendo una perra”.
"¿En serio? No fuiste tú a quien encontré en el suelo con la nariz rota y sangrando”.
Lo miro fijamente. Mis emociones oscilaban entre estar enojada y darle una bofetada en la mejilla. Así qu