Cuando busqué mi celular, encontré un mensaje de un número desconocido:
—Descansa hoy. Las clases de vuelo las dejamos para después hasta que se componga el clima. Avísame si necesitas algo. Adrián.
Mis dedos se quedaron suspendidos sobre la pantalla.
Poco después, recibí otro mensaje de Adrián.
—¿Estás libre este fin de semana? Me gustaría invitarte a cenar.
Su invitación me sorprendió. No esperaba que Adrián fuera tan directo cuando apenas nos conocíamos.
Estaba a punto de decir que no cuando vi a Bruno acercándose desde el otro lado de la calle. Su figura delgada era inconfundible aun desde lejos.
—Claro —escribí rápido—. Mándame la dirección y nos vemos ahí.
Un destello de alegría cruzó los ojos de Adrián mientras asentía y se despedía.
Apenas Adrián se había alejado cuando Bruno me interceptó, bloqueando deliberadamente mi camino con su cuerpo.
—¿Quién era ese hombre? —exigió, con la voz cargada de enojo—. ¿Por qué aceptaste cenar con él?
Creí que Bruno se habría ido tras nuestro