Me desperté una hora después al sentir un forcejeo cerca y, por instinto, me lancé sobre el intruso: giré en la cama, me coloqué encima y le sujeté la garganta, cortándole la respiración mientras bloqueaba sus rodillas con las mías y le inmovilizaba un brazo con la otra mano.
— ¿Quién eres y porqué pretendías matarme? — pregunté enfurecido y miré a mi prisionero, que había agarrado con su mano libre la palma que le estaba asfixiando.
— ¡Oh, JODER! Lo siento mucho, Emily. ¿Estás bien?
Retiré la mano del cuello permitiendo que pudiese respirar, mientras movía mi pierna y soltaba su brazo. Me apoyé en los laterales de su cuerpo, en la cama.
— ¿¡Estás loco!? ¿Qué querías, matarme? — me dijo enfurecida mientras respiraba agitada. Tenía las mejillas sonrojadas.
— No estoy acostumbrado a dormir con compañía así que pensé me estaba atacando un asesino.
— Entonces querías matarme por ir al baño.
— A ti no, al agresor sí. Una confusión.
Emily fue a replicar cuando alguien entró corriendo por la