No podía culpar a nadie más que a sí mismo.
Las lágrimas de Gabriel caían sin cesar. Realmente extrañaba mucho a la mamá de Luciana...
Carolina llegó tarde y, al vernos a Daniel y a mí en la puerta, sus pasos se fueron haciendo más lentos. Se acercó vacilante a la maestra:—Hijo, vamos a casa.
—Mamá... —Andrés se escondió detrás de Carolina.
Al notar que algo andaba mal, Carolina intentó marcharse con su hijo, pero Daniel la detuvo:—Tu hijo ha estado esparciendo rumores que han provocado que sus compañeros aíslen a mi hija —su rostro, habitualmente inexpresivo, mantenía la misma calma de siempre, pero transmitía una inexplicable presión— ¿Cómo piensas resolver esto?
Carolina sintió que Andrés temblaba detrás de ella y le acarició el brazo para tranquilizarlo. Con una sonrisa burlona preguntó:—¿Cómo están tan seguros de que fue mi hijo?
Miré a Carolina sorprendida, ¿acaso no pensaba admitirlo?
La maestra explicó en voz baja:—Todos los niños de la clase confirmaron que fue él quien lo dij