CAPÍTULO 27: NADIE VENDRA A SALVARTE.

CAPÍTULO 27: NADIE VENDRA A SALVARTE.

El lujoso auto negro se detuvo frente al hospital. Uno de los guardaespaldas abrió la puerta trasera y Lana salió con una sonrisa breve, aunque un tanto tensa. Sus ojos se dirigieron de inmediato hacia la entrada, mientras su corazón latía con fuerza descontrolada. Le dio un asentimiento de cabeza al guardaespaldas antes de caminar hacia la entrada.

El hombre la siguió de cerca, como una sombra. Lana suspiró, resignada. La advertencia de Enzo aún flotaba en su mente, pesada y constante.

«No te separes de los guardaespaldas, monella».

Y mientras cruzaba el vestíbulo, sus pensamientos la traicionaron y, de repente, recordó los últimos momentos con él. Las palabras de Enzo desaparecieron, reemplazadas por imágenes vívidas: sus manos firmes recorriéndola, su cuerpo cediendo bajo el suyo con una intensidad que encendía cada rincón de su ser.

Se mordió el labio al recordar cómo él le hacía el amor, cada vez más feroz, como si intentara grabarse en su p
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