21. No vuelvas a pronunciar el nombre de Marianné
Priscila ya se mostraba seriamente preocupada. No podía permitir que su primogénito, el heredero a la corona de la mafia Siciliana, truncara su destino por esa… precisamente por esa, así que esperó a que nadie la viera salir y le ordenó a su escolta que la llevara al lugar que ya ambos sabían.
Una vez dentro del auto, sacó el móvil de su costosa bolsa y marcó un número sin registrar.
— Tenemos que vernos.
— ¡Ya te he dicho que…!
— Es importante — replicó con arrogancia y volteó los ojos —. No estaría llamando si no lo fuera — después colgó, completamente segura, de que la otra persona, al otro lado de la línea, iba a acudir a su encuentro.
Mientras tanto, en el despacho de la mansión Gambino, se encontraban Remo, Marcelo y Savino. Trabajaban arduamente en la próxima entrega de todo tipo de armas, desde las más pequeñas hasta las más letales, por una cuantiosa cantidad, casi invaluable, de dinero sucio.
Sus principales compradores provenían del gabinete presidencial.
— Hagamos un