11. Ginevra echa a Marianné de la mansión en ausencia de Remo
— Nonna…
La mujer sonrió y colocó una mano sobre su pecho, a la altura de su buen corazón.
— No tienes por qué decirme nada ahora, tu corazón ya lo ha hecho por ti — le dijo como conclusión antes de despedirse, dejando a Remo con una maraña de pensamientos, esos que habían sido de pronto invadidos por una mezcla de confusión e interrogantes respecto a Marianné.
Se dirigió a su habitación, presa de esa urgente necesidad que ella despertaba en él, pero, antes de abrir la puerta, Savino apareció.
— Remo, hay problemas con el embarque, te necesitan — le informó su escolta y amigo fiel.
Remo echó un vistazo al reloj. Casi las nueve. Se asomó con sigilo por la puerta. Marianné seguía profunda.
— Bien, nos vemos abajo, antes debo hacer algo.
Savino asintió, desapareciendo un segundo después.
Remo solicitó la presencia de una mucama.
— ¡Dígame, señor!
— Voy a salir, es muy probable que no vuelva hasta el amanecer. Marianné quedará aquí. Asegúrate de traerle algo de comer cuando despi