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CAPITULO 5 PITILLO. Caleb Hanks.

─ ¿Crees que se vendrán? ─ Me pregunta Luna, levantando su rostro de mi pecho y observándome.

─ Es lo más probable, en un momento como estos no hay nada mejor que la unión familiar ─ menciono, ya he consultado con varios colegas el caso de Aleska, su tumor es benigno, y está alojado en la glándula pituitaria, debajo del cerebro y encima de los conductos nasales.

El problema en sí, es que tiene gran tamaño y puede causar daños al cerebro y los nervios, esto está afectando su visión y produciendo cambios visuales, así como frecuencias de dolores de cabeza, también mantiene una alteración en la secreción de hormonas y la contusión que ahora tiene, causada por la violencia de Melissa, la prima de Laissa,  a empeorado un poco el diagnóstico; afectando también el nervio auditivo que es un nervio craneal  encargado de la audición y el equilibrio.

─ Espero que todo salga bien, ─ suspira   Luna, con preocupación y acomodando su cabeza nuevamente en mi pecho. Elevo la mirada al reloj sobre la mesa de noche y todavía nos queda una hora para levantarnos.

Desde hace una semana Luna y yo, prácticamente vivimos en mi departamento. Esta ha sido una forma cobarde de escapar de lo que siento por Samantha, y el hecho que ya no soportaba más, darme cuenta cada vez que mi hermano  Jaime y ella, se pierden.

─ ¿En qué piensas tanto? ─ musita Luna, besando mi pecho.

─ En todo lo que está sucediendo ─ murmuro abrazándola y besando la coronilla de su cabeza.

Luna, es una chica hermosa, agradable y de un maravilloso corazón, es muy atenta y me ama y yo, solo deseo hacerla felíz. Nos conocemos desde niños, ella llegó al hospital en el área de oncología infantil, donde yo, también estaba ingresado. Los dos hemos sido pacientes de quimios y radioterapias, ambos somos sobrevivientes del cáncer y yo, hasta de las drogas. Ella, actualmente sigue luchando con la leucemia, pero como todos los que hemos pasado por ese piso de oncología, Somos Guerreros, así es ella, es una  de las guerreras más fuerte y eso se lo transmite a cada paciente de ese piso de oncología infantil.

─ Deseo tanto quedarme contigo hoy en la cama,  así apapachaditos ─ musita abrazándome más fuerte y yo sonrío.

─ En dos días estaremos libres, así que podemos pasarlo apapachaditos, como tú lo dices ─ le aseguro sonriéndome. Levanta nuevamente la cabeza de mi pecho y acomoda solo su mentón.

─ Podemos tener una cena romántica ─ musita entusiasmada.

─ Entonces tengamos una cena romántica ─ me río, buscando sus labios. Deseo ser feliz a su lado y darle a ella, esa felicidad que está buscando desesperada.

Mi mamá Ashley, piensa que la felicidad se la traza uno en el destino que busca, o le toca y hacia ese destino voy buscándola, porque lo que menos deseo, es traicionar a mi hermano. No solo por lo incondicional que él a sido, sino porque amo a mi familia, tanto como amo a Samantha y a Jaime.

Siento las manos de Luna, debajo de mi remera y me dejo envolver por ese amor, que ella me brinda, suelto sus labios y recorro su cuello, llevando también mis manos debajo de su pequeña y delgada tela de seda suave. Acaricio su cuerpo lentamente, hasta llegar a sus pechos y acunarlos acariciándolos lentamente.

Su piel es muy suave y siento como sus pequeños pezones endurecen en mis palmas. Jadea y yo, voy descendiendo besando y chupando su cuerpo, subo su pequeña blusa del pijama y ella retira la remera de mi cuerpo. Ambos jadeamos al volver las bocas a nuestros cuerpos.

Luna, se acomoda completamente sobre mi cuerpo  y comienza a mover sus caderas. Atrapo uno de sus pechos con mis labios y llevo mis manos a sus glúteos y los presiono, para sentir más su pelvis en mi entrepierna.

Nos balanceamos y paso a su otro pecho, degustándolo. Mi boxer y su tanga estorban y ambos deseamos retirarlos. Luna, se ríe cuando lucho con la pequeña tanga, se mueve un poco y nos permite a los dos despojarnos del estorbo.

Me río, volviendo a buscar su cuerpo y ella se sienta a horcajadas sobre mi pelvis, tomo mi miembro endurecido y poco a poco la voy penetrando. Nos reímos buscando nuestros labios, nos abrazamos sin dejar de movernos, acaricio su espalda hasta llegar a sus glúteos, acercándola más a mi miembro, moviéndonos  sin parar. Nos abrazamos y juntos nos dejamos ir, en un suave y apasionado beso.

─ Creo que se nos dañó nuestro día apapachados ─ musita haciendo un puchero adorable.

─ ¿Por qué? ─ Pregunto levantándome con ella, entre mis brazos y dirigiéndome al baño.

─ Porque quedé con mamá, para iniciar los preparativos de la boda ─ informa con su pequeño rostro lleno de felicidad. 

─ Igual podemos tener la cita y después apapacharnos ─ sugiero y ella se ríe contagiándome. Luna, quiere vivir la vida al máximo y no desea que nadie le empañe su mundo. Recorro su cuerpo, examinando si no hay más cambios o más moretones.

─ ¿Puedes dejar de ser el médico, cuando tenemos un momento como este? ─ Pregunta protestando mi escrutinio.

─ No puedo, porque te quiero ─ murmuro y ella suaviza su rostro y sonríe. Ambos nos duchamos y luego nos preparamos para salir hacia el hospital.

─ ¿No has conseguido el cambio de área? ─ Le pregunto a Luna, caminando hacia el automóvil.

─ No, por el momento mis guardias continúan en Cirugía General. ─ Menciona Luna, haciendo un puchero, mientras salimos del estacionamiento del edificio.

─ Hablaré con papá, a ver si puede ayudar ─ propongo.

─ No, Caleb. Deja que yo resuelva ─ se apresura a mencionar. Luna, es una excelente enfermera, a trabajado en varias áreas, pero siempre llega al piso de oncología a visitar a los niños.

─ ¿Tienes guardia las veinticuatro horas? ─ Pregunta y yo asiento, estacionándome en el parqueadero del hospital.

Ambos ingresamos en el hospital, yo me quedé en el piso de ginecología  dejando a Luna, seguir en el ascensor, caminé el largo pasillo hasta llegar al consultorio de mi segundo padre, Maximiliano.

La secretaria sonrió al verme y enseguida me anuncio y me concedió el ingreso. Al entrar al consultorio respiré profundo. Allí estaba mi gran tormento, sentada en las piernas de su padre y con su rostro en el cuello de Maximiliano. Ambos levantaron la mirada al verme.

─ Caleb, ─ sonrió Maximiliano, al verme. Samantha, se levantó de sus piernas.

─ Buenos días ─ pronuncié

─ ¿Tienes guardia hoy? ─ Me preguntó Samantha, acercándose. Noté sus ojos humedecidos.

─ Sí, tengo guardia hasta mañana a esta misma hora ─ informé besando la mejilla de mi gran tormento.

─ Por eso vine a saludar antes de encerrarme en el piso de oncología y antes que inicien las consultas ─ mencioné.

─ Últimamente estás como los desaparecidos ─ mencionó Maximiliano, levantando una de sus cejas. Samantha, bajó la mirada al escucharlo.

─ Me estoy quedando en mi departamento ─ le informo.

─ ¿Será que puedes pasar por el piso de cardiología? ─ Pregunta Samantha, tomando su bolso y su bata médica que estaban sobre el escritorio de su padre. Yo, la observo frunciendo el entrecejo.

─ Tengo nuevamente ingresada una paciente que te conoce y ha preguntado por ti ─ menciona. Samantha, es cardióloga y no recuerdo haber remitido para el piso de cardiología a un paciente en estos últimos días.

─ Entonces pasemos de una vez ─ musito en el momento que la puerta se abre e ingresa Ivanna, quien es la mamá de Samantha y esposa de Maximiliano y es también como mi segunda madre.

─ Caleb ─ sonríe Ivanna, abrazándome.

─ Ya iba a subir para el piso de pediatría a saludarte ─ musito abrazándola y besando su mejilla.  

─ Voy para el quirófano. Maximiliano y yo, tenemos en este momento que atender un parto ─ sonríe y yo, asiento.

─ Entonces nos vemos luego, para que se preparen ─ menciono despidiéndome de ellos.

─ Ashley y Noah, llegaron hace rato ─ menciona Ivanna, con una sonrisa llena de orgullo refiriéndose a mis padres adoptivos.

─ hoy cubriré una guardia junto a ellos, menciono también orgulloso de mis padres, al igual que ellos, porque Ashley, es hija de Maximiliano, sobrina de Ivanna y hermana de Samantha.

Ashley, es la persona que más amo en la vida y a la que menos deseo hacer sufrir, por culpa de los sentimientos que me atormentan. Ella, me adoptó cuando yo era un niño de la calle, de solo diez años de edad, enfermo de cáncer y dependiente de las drogas y los estragos vividos bajo esa dependencia.

Samantha y yo, nos despedimos y juntos llegamos al ascensor y luego al piso de cardiología. Ella me guió  a la habitación de la paciente y yo, solo respiré profundo, observando a la mujer. Fruncí el entrecejo y pasé la mirada de ella, hacia Samantha.

─ Pitillo ─ susurró la mujer y en mi pecho ese órgano vital, se removió con fuerza, observo nuevamente a Samantha y ella está con su entrecejo igual que el mío y estoy seguro que su pecho también está igual.

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