Capítulo 5; Golpe de realidad

~Marian~

—No puedes estar aquí… —susurro, mirando que Luck se acerca a mí.

—No debería, eres mi cuñada y estoy siendo un maldito con mi hermano por desearte —quita el gancho de mi cabello, dejando que caiga, juega con algunos mechones—. ¿Sabes que lo prohibido atrae? —lleva sus manos a mi cuello, haciendo pequeñas cosquillas que me hacen remover y ni siquiera me explico cómo es que esto me gusta—. Quién pensaría que la inocente Marian no es tan santa como todos piensan.

—Vete —trato de resistirme—. Por favor… Me confundes, dices que es la última vez y apareces aquí. Estamos rompiendo todas las reglas con esto.

—El deseo no conoce de reglas.

Luck se aleja, bajando la mirada detenidamente por mi cuerpo, vuelve a subir y se detiene en mis senos desnudos, sonríe mirándolos y muerde sus labios. Mientras me mira puedo sentir el deseo que desprende mi cuerpo y las ganas que tiene él de estar conmigo. En el fondo sé que esto está mal, sin embargo, no puedo contenerme, tengo la necesidad de estar con él y de sentir todo lo que mi cuerpo puede experimentar, la libertad que me brinda me hace sentir diferente. ¿Así será estar con Stefan?

—¿Segura que quieres que me vaya?

Se pone frente a mí, baja su mano por mi abdomen y lo recorre con sus dedos, me quedo quieta al ver que juega con los tirantes de mi tanga, muerde mis labios, y sus manos viajan por mi cuerpo. Vuelve a besarme y cedo, doy pequeños pasos trastes hasta la cama, queda sobre mí y me besa con furia, apretando mi cuerpo. Estoy rendida ante sus caricias.

—Hija, escuché ruidos y…

La voz de mi madre llena el espacio, logrando que Luck se haga a un lado y yo solo puedo verle la cara a mi madre llena de terror, pero ni siquiera sé qué voy a decir, nunca esperé que me encontrara en esta situación y menos con un hombre que no es Stefan. Puedo sentir el miedo recorrer mi cuerpo.

—¡¿Qué putadas crees que estás haciendo?!

Me cubro con la sábana y salgo de la cama.

—Mamá, déjame explicarte…

Sin dejarme terminar de hablar voltea mi cara con una cachetada tan fuerte que puedo sentir mis dientes quebrarse y el ardor producido por el golpe, las lágrimas bajan por mis mejillas, nunca me había pegado, ni siquiera porque me llevo mejor con mi padre que con ella.

—Lárgate de mi casa —se dirige a Luck, puedo ver la rabia en ella—. ¡Largo!

Luck se viste con rapidez, me da una mirada y asiento para que se vaya, no quiero que mi padre despierte y lo vea, sería terrible.

—¿Por qué lo hiciste? —masculla, agarrándome de la cara—. Habla o te juro que llamo a tu padre y será peor. Lo tienes engañado, no eres la hija modelo que él piensa.

—Perdón, mamá…

—¿Perdón? ¡Mierda, te vas a casar!

Me quedo callada, sollozando.

—Stefan está enamorado de ti, lleva meses esperando para casarse contigo, piensa que eres virgen, y tú te revuelcas con otro hombre —me quedo callada—. Le fallaste a todos, eres una fácil —me mira—. La virginidad es un privilegio que pocas tienen, ya eres desdichada.

—Me equivoqué, pero te juro que es la primera vez que pasa.

—No te creo nada, no después de lo que vi.

—Hemos confiado en ti —se ríe llena de amargura—. No cabe duda que eres una mentirosa y manipuladora, nos haces creer que eres perfecta y resulta que eres una farsante.

Sus palabras me duelen y sé que la que se equivocó fui yo, pero no puedo dejar de llorar y escucharla hablarme tan mal es doloroso, normalmente, no hablamos mucho porque todo el tiempo está ocupada y cuando lo hacemos es como si estuviese distante y ahora pretende hacerme sentir mal por lo que yo hice.

—¿Quién es el hombre que metiste?

Hago silencio.

—¿No vas a hablar?

—Mamá.

Me queda mirando por varios segundos y veo que se deslizan las lágrimas mojando sus mejillas.

—¿Qué hice mal para que dejaras de ser la niña buena que eduqué? Dime.

—Mamá, tú nunca estabas en casa, papá es el único que ha estado para mí, así que sí hiciste todo mal.

Noto su expresión de rabia y decepción por lo que acabo de decirle, no debería, pero es la verdad.

—Tu padre sabrá lo que sucedió.

—Mamá, no, por favor…

La agarro del brazo para que no salgas y se suelta, me pongo una pijama con rapidez y salgo detrás de ella, no quiero que diga nada, no quiero decepcionar a mi padre, no podría con el dolor.

—¡Madre, espera!

La alcanzo, antes de que entre a la habitación de papá él aparece de frente, haciendo que el ritmo de mi corazón se haga lento y todo se vuelva un caos en mi cabeza.

Papá me odiará.

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