Alex observa a Rebecca, inmóvil, con sus ojos fijos en la puerta. Sin pensarlo dos veces, se acerca a ella, envolviéndola en un abrazo por detrás, sintiendo el calor de su cuerpo contra el suyo.
– ¡No me toques! – Ella grita, empujándolo con fuerza, lágrimas a punto de romper el límite de sus ojos, y una llama de rabia en su mirada.
– ¿Por qué estás gritando? – Pregunta Alex, su voz tranquila, pero sus ojos revelando una preocupación genuina.
– ¿Cuál es tu problema? – Pregunta, su voz temblorosa y los nervios hechos pedazos, mientras Alex mantiene un silencio cargado de tensión.
– ¿Quieres hablar? Mírame. No soy una pared. – Responde, deseando desesperadamente romper la barrera que se ha formado entre ellos.
Rebecca mira la puerta una última vez, suspira profundamente y se vuelve para enfrentarlo. Su corazón late más rápido a medida que él se acerca, y cuando Alex extiende la mano hacia su rostro, ella da un paso atrás, evitando su toque.
– Ya te dije, no me toques. ¿Cuál es tu proble