Rebecca y Susan se despiertan la mañana siguiente con una resaca considerable y no pueden evitar reír al encontrarse con sus maquillajes corridos cuando se miran en el espejo, comenzando el día con un toque de humor.
– Dios mío, estoy terriblemente atrasada. – Rebecca se queja, sosteniendo la cabeza.
– Relájate, amiga. Si le das un beso a tu jefe, olvidará la tardanza. – Susan bromea, sacando risas de ambas.
– Susan, por favor. ¿Besar a mi jefe? ¿En serio? – Responde, riendo suavemente.
– Tú fuiste quien lo estaba pensando anoche, solo te lo recuerdo. – Susan responde con una sonrisa traviesa.
– Ya soy naturalmente tonta, no hace falta empeorar eso. – Responde, y se dirige al baño para sus rutinas matutinas, mientras Susan se dirige al otro baño.
Después de prepararse, comparten el desayuno, y Susan se siente muy satisfecha al ver el ánimo de su amiga aquella mañana.
– Tenemos que hacer esto más a menudo, Becca. Me divertí mucho.
– Yo también. Gracias por pasar la noche conmigo. Ahora