Capítulo 20

Punto de vista de Julio

Mateo no respondió a mi pregunta, ni con un gesto, ni con un parpadeo, ni siquiera con uno de sus característicos gestos de enfado.

Simplemente se apartó de mí como si fuera una lámpara a la que acababa de quitar el polvo.

Con los labios ligeramente entreabiertos, lo vi entrar en la sala y dejarse caer en el sofá con un pesado y exhausto golpe.

Levantando la vista, sus ojos se posaron en su taza, que estaba en la barandilla. Iba a llevársela, pero entonces recordé que él era quien me había ayudado a bajar.

Poniendo los ojos en blanco, esperaba que me mirara boquiabierto, pero actuó como si fuera invisible. Lo vi meter la mano en el bolsillo y luego sacar su teléfono.

"¿Eso es todo?", murmuré en voz baja. "¿Te hago una pregunta muy importante, y tú... te dejas caer?", resoplé, apretando los dientes.

Después de un rato, apoyó un brazo en el respaldo del sofá con indiferencia. Tenía la mirada fija en el techo, como si fuera mucho más interesante que mi existencia
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