Me detengo en seco, mi mirada fija en la figura que se encuentra frente a mí. Es mi hermano, Morax, con una sonrisa cruel en su rostro. La batalla ha terminado, y el campo de batalla está cubierto de cadáveres. El olor a muerte y sangre es intenso, y el silencio es solo roto por el sonido de los pájaros que vuelan sobre nosotros. Morax se acerca a mí, su espada en la mano, y me propone un duelo. Me sorprende su oferta, considerando que la batalla ha terminado y que no hay nada que ganar. Pero mi hermano siempre ha sido un hombre impulsivo y apasionado, y no me sorprende que quiera resolver nuestras diferencias de esta manera.
Es un idiota que no sabe cuándo parar, miro alrededor, y veo los cadáveres que nos rodean. Son los cuerpos de nuestros enemigos, de nuestros amigos y aliados. La muerte es una realidad cruel y despiadada, y no hay nada que podamos hacer para cambiarla. Pero en este momento, mi atención se centra en mi hermano y en el duelo que me propone.
Me tomo un momento para