Estoy en una cámara de tortura, rodeada de sombras y olor a sangre. Venco se encuentra frente a mí, su rostro impasible mientras interrogaba al prisionero. El hombre está ensangrentado y golpeado, su cuerpo temblando de dolor. Me siento mareada, mi estómago revuelto por la escena que estoy presenciando.
He matado, como también he visto como matan, me toco ver como mataban a mi familia, sin embargo tengo que decir que ver como una persona sufre es difícil de ver, de presenciar y asimilar.
— ¿Cómo lograste escapar? —pregunta Venco, su voz baja y calmada.
El hombre levanta la cabeza, su mirada desafiante. Me siento un escalofrío recorrer mi espalda. No puedo creer que esté viendo esto.
— No diré nada —gruñe el hombre, su voz llena de desafío.
Venco sonríe, su sonrisa fría y calculada. Uno de los lobos que lo acompañan se acerca al prisionero y le coloca un dispositivo en la muñeca. El hombre grita cuando la electricidad comienza a recorrer su cuerpo.
— ¡No! ¡No diré nada! Por mi puedes m