EMPEZAR DE NUEVO (UNIVERSO FERRARI)
EMPEZAR DE NUEVO (UNIVERSO FERRARI)
Por: Jeda Clavo
CAPÍTULO 1. UNA NUEVA VIDA

Era un caluroso día del mes de mayo, el sol como astro rey, refulgía en lo más alto del cielo de Guayaquil, y apenas eran las diez y media de la mañana, no quería imaginarse lo inclemente que sería al mediodía, los chorros de sudores le corrían por la espalda y entre el valle de sus senos atravesando el brasier y corriéndole hasta el ombligo; llevaba media hora esperando para abordar un autobús que la llevaría al norte de la ciudad y por más que pedía orientación, hasta ahora nadie le había podido informar con precisión el número del microbús y el sitio donde debía abordarlo.



Estaba de mal humor, las cosas no habían salido como esperaba, ya habían pasado seis semanas desde que Valeria junto con dos amigas, Anastasia y Simone, salieron desde Venezuela con tantos proyectos y sueños que se habían derretido, como sentía lo estaba haciendo su cuerpo producto del calor, el asfalto emanaba un vapor caliente que sentía le corría por las piernas... ¡No eran exageraciones!, la temperatura estaba a más de 40º C.



El calor y la incomodidad que sentía, no evitó que los recuerdos sobre la travesía que habían tenido llegaran a su mente, se habían ido desde Venezuela los primeros días del mes de abril, salieron del Terminal de la ciudad de Mérida, a las tres de la mañana con destino a La Boca de Grita en el estado Táchira. Habían decidido ir por esa ruta debido a la gran cantidad de personas que estaban saliendo por el Puente Internacional Simón Bolívar en San Antonio del Táchira, era un éxodo masivo, impresionante decían, nunca visto en la historia de Venezuela.



Miles de personas huyendo por un mejor futuro, no era fácil dejar tu terruño, tus afectos, tus costumbres, todo lo que te representaba y te daba identidad para comenzar en otro país. Pensaba que si era difícil para ellos que emigraban a países de Sudamérica que por lo menos tenían alguna historia en común como Colombia, Ecuador, Perú, más difícil sería emigrar a países donde hablaban otras lenguas. Suspiró con tristeza en pensar en lo duro que era emigrar, los venezolanos jamás se caracterizaron por ser un pueblo de emigrantes, más bien por años había sido un país que recibía a ciudadanos de todo el mundo, pero lamentablemente debido a esa situación insostenible que estaban viviendo se veían obligados a hacerlo.



Habían llegado a las seis de la mañana a Boca de la Grita, los dejaron lo más cercano que se podía al puesto de la Guardia Nacional. Les revisaron el equipaje y luego de aproximadamente una hora de espera le dieron acceso, el Servicio de Migración les selló la salida y caminaron con sus maletas hacia territorio colombiano, mientras Valeria no podía evitar que las lágrimas corrieran por sus mejillas.

La embargaba una tristeza muy grande, por tener que dejar a su abuela, quien era todo para ella, desde la muerte de su madre, se había convertido en un pilar fundamental en su vida, ella vino a suplir esa necesidad de ser consentida y amada por una figura materna, la amaba profundamente y lo que más le costaba era empezar una vida sin ella, sin sus caricias, su ternura, sus sabias palabras, que tenían la capacidad de reconfortarla y de hacerla llegar en segundos, de un estado de tristeza a uno de Euforia. Su abuela era su vida entera. Se paró entre la línea fronteriza, y lanzó un beso hacia su tierra con unas palabras que le quebró la voz producto del sollozo atascado en su garganta.

—Espero pronto volver a estar entre tu cielo, volver a recorrer tus playas, caminar por tus montañas y sobre todo venir a ver tu gente, a besar las mejillas de esa linda viejecita que es de mi vida, pronto volveremos a encontrarnos —pronunció y las lágrimas rodaban por su rostro bañándolo, ante la mirada curioso de los transeúntes.

Así se despidió, sintiendo el corazón arrugadito por la tristeza, mientras seguía sumida en esos pensamientos, en Migración Colombia no le firmaron la entrada porque debía adquirir el boleto de salida. Por lo cual cuando se iban a dirigir al terminal de pasajeros de Cúcuta, les salió un asesor de viajes.

— Señoritas ¿Hacia dónde se dirigen? Yo las ayudo —Y aunque Valeria trataba de evadir al joven, era bastante insistente y lo intentó con las demás compañeras —Si van a Ecuador, les ofrezco un viaje directo en una unidad de transporte con todas las comodidades, con un costo de solo ciento treinta dólares. El pasaje tiene ese precio porque el autobús es bastante cómodo, le garantizamos almuerzos y una ducha en la vía. Son tres días, de viaje y deben abrigarse bien porque tienen que cruzar los andes colombianos.

—Chicas, no creo que sea conveniente irnos con él, ¿por qué mejor no llegamos hasta el terminal de pasajeros y compramos el boleto allá? —

propuso Valeria porque no confiaba en el joven que les había ofrecido sus servicios como asesor de viaje, su sexto sentido le indicaba que no debía confiar.

—Valeria María, no puedes ser tan desconfiada, es malo ir por la vía pensando en la mala fe de los demás y que siempre te harán daño, eso no está bien. La buena fe se presume, la mala debe comprobarse—agregó una de las compañeras de viaje.

Valeria hizo una mueca —No sé, pero mi abuela siempre dice «Piensa mal y acertarás», pero hagan lo que ustedes crean conveniente y yo haré lo que decida la mayoría — agregó la joven con resignación, sin poder alejar esa agobiante sensación de que algo no estaba bien.

Al final no tuvo otra alternativa que aceptar los designios de la mayoría y adquirir el boleto junto con ellos, quienes ni siquiera sopesaron

por un momento la negativa de la joven de adquirir el ticket con el agente de viaje. Una vez adquirido el pasaje, se dirigieron a migración para que les sellaran la entrada. Después de aproximadamente otra hora de espera, concluyeron con ese tedioso proceso.

Al salir de allí, sus amigas decidieron desayunar unas papas rellenas porque estaban un poco hambrientas; aunque ella había llevado comida que le había preparado su abuela, al ver a sus amigas desayunar, le provocó comerlas también, además que eran exquisitas, aunado que Valeria tenía un excelente apetito, para ella comer era uno de los mejores y mayores placeres de la vida.

Luego de desayunar, tomaron un taxi al sitio donde supuestamente el autobús los iba a embarcar. Al llegar a esa especie de terminal privado, les informaron que el autobús ya había salido, situación que las desconcertó porque la supuesta hora de salida que indicaba el boleto eran las dos de la tarde y apenas eran las doce del mediodía.

—No se preocupen, les pagaré un taxi hasta el terminal de Cúcuta, allí los esperara el autobús para que suban—. Efectivamente hicieron como el hombre les indicó, los enviaron en varios taxis y llegaron en menos de media hora al terminal.

Bajaron con premura y se dirigieron a las taquillas.

—Buenas tardes, venimos para abordar el transporte de la línea terrestre La Cucuteña. —Informó Valeria.

—No señorita, acá no es. Pregunte por el pasillo dos, porque acá no he oído el nombre de esa línea— Le indicó el hombre con amabilidad.

Nuevamente se dirigieron al pasillo siguiente, donde le habían indicado.

—¡Qué pena niña! No he escuchado el nombre de esa aerolínea— respondió el hombre y así en cada ventanilla que preguntó, el resultado fue el mismo. Le informaron que no había ninguna línea con ese nombre. Lamentablemente como consecuencia de la migración masiva de venezolanos, muchos inescrupulosos se estaban aprovechando para estafarlos. Al escuchar eso la preocupación las embargó.

—Eso ¡No puede ser posible!, no tengo el dinero suficiente para pagar otro boleto, estoy justo con lo necesario —. Exclamó entristecida, porque llevaban justo lo del alquiler y para sobrevivir mientras conseguían empleos.



Sus amigas junto con las otras personas se sentaron en una acera del terminal, muy tristes, sintiéndose derrotados, mientras Valeria meditaba en lo que había pasado, se dijo «Nadie va a robarme el dinero que con tanto sacrificio junté para poder tener un nuevo comienzo, no es justo»

Decidida se levantó y sacudió ese aura de derrota que la embargaba y camino donde se encontraba un señor y le preguntó —Disculpe señor, ¿Sería tan amable de orientarme dónde puedo ubicar un módulo o estación de policía para poner una denuncia?

El señor amablemente le indicó —. Por supuesto jovencita, siga derecho y en el primer pasillo dobla a mano izquierda, en la tercera puerta encontrará una oficina de la Policía Nacional.

—Muchas gracias, señor, es usted muy amable—. Sus amigas la vieron caminar, Anastasia de inmediato se levantó del suelo y la acompañó al descubrir cuál era su intención.

Al llegar a la oficina que le indicaron, había un par de guapos policías quienes muy amablemente las atendieron.

—Buenas tardes señoritas, ¿En qué podemos servirlas? —las interrogó amablemente uno de los agentes policiales.

—Buenas tardes, oficial, venimos a poner una denuncia, hemos sido estafados. Compramos unos boletos al llegar a Colombia —comenzó diciendo mostrando los boletos y relatando lo acontecido—. Y ahora no hay quien nos responda por el dinero.

—No

se preocupen señoritas, acompáñenme que ya solucionaremos esta situación..

Después de un par de indagaciones del policía, teniéndolas a ellas como testigos, dieron con la agencia que aunque no tenía el mismo nombre del boleto, al parecer tenían relación con la línea de autobús. El policía pidió que lo acompañaran y allí conversó con el presunto responsable. Le dio dos alternativas —Eso que está haciendo no es debido, ¿cómo va a engañar y a hacer pasar por una  situación difícil a una gente que viene huyendo de una situación difícil, debemos ser solidarios —expresaba el policía mientras llamaba la atención del hombre.

» Ahora le daré dos alternativas si quiere evitar problema legales, embarca a las señoritas y a las demás personas en el próximo transporte ó les regresan el dinero.

El hombre se quedó en silencio y luego de unos segundos respondió —Les rembolsaré el dinero pero debo deducirle el equivalente al pago del taxi y de un gasto administrativo — pronunció una cantidad y las chicas aceptaron sin titubear, porque en realidad era una cantidad irrisoria comparada con perder todo el importe del dinero.

Una vez que les regresaron su dinero, compraron un boleto hasta Bogotá que les costó treinta dólares, pero salía en horas nocturna, por tanto, debieron esperar ocho horas en el terminal, sentados en unos bancos de hierro.



A la hora estipulada, partieron sin novedad y llegaron a Bogotá luego de dieciocho horas de camino. Apenas bajaron del bus, compraron un boleto a Cali, tardaron solo dos horas en partir. Luego de Cali compraron pasajes a Ipiales. En total fueron casi treinta horas de carretera de Bogotá a Ipiales.

Cuando llegaron a Ipiales tomaron un taxi hasta el Puente Internacional de Rumichaca, sellaron la salida de Colombia luego de tres horas de espera y al terminar de sellar hicieron la fila para entrar a Ecuador, tardaron más de seis horas para darles entrada.

Finalizado su chequeo migratorio, tomaron una Vans hasta Tulcán y al llegar al terminal pagaron un boleto hasta Guayaquil. Después de catorce horas habían llegado a su destino.

Valeria dejó sus pensamientos y volvió al presente, aún no había podido agarrar un transporte, estaba preocupada porque los minutos corrían irremediablemente. Tomó el periódico y empezó a abanicarse, se dirigía a una entrevista de trabajo en el Hotel Guayaquil Resort, un prestigioso hotel cinco estrellas, para ocupar un puesto de recepcionista, aunque tenía pocas esperanzas... Últimamente sentía un aura de negativismo a su alrededor, la cual era necesaria sacudir si quería seguir tras sus sueños... ¿Y cuáles eran sus sueños?...

Bueno, para ser sincera, estos se habían venido distorsionando a medida que pasaban los días...Su sueño en estos momentos era regresar a Venezuela y sentarse con su abuela en el porche delantero de la casa a tomarse un chocolate caliente porque la temperatura en San Rafael de Tabay, era totalmente opuesta a la que estaba sintiendo en este momento...

—Por favor Valeria María—se dijo—, céntrate en llegar a tiempo a la entrevista… Revisó su bolso y tomó el monedero para verificar si contaba con el dinero suficiente para pagar un taxi hasta el lugar de la entrevista, bueno pensó, no creía que el traslado le costara más de cuatro dólares.



Dio unos pasos delante de la parada y sacó la mano a un taxi, al detenerse le preguntó al chofer; —Buen día señor ¿En cuánto me lleva hasta el Hotel Guayaquil Resort?

—Buen día, son seis dólares hasta allá —respondió el taxista.

—Señor discúlpeme, solo tengo cuatro dólares, voy a una entrevista laboral, por favor.

El señor se quedó pensativo y luego de unos segundos cedió—. Está bien señorita suba.

—Muchas gracias, señor.

De camino al sitio de la entrevista, el taxista le preguntó —¿Usted es de Venezuela?

—Si soy de los Andes venezolanos —. Respondió ella con una media sonrisa.



— ¿Por qué los venezolanos están emigrando, si su país es tan rico? —indagó el hombre que no entendía como un país con tanto recurso su gente tuviera que salir de allí.



Valeria María se quedó pensando, suspiró y respondió: —Es cierto, Venezuela es un país con muchos recursos minerales, pero también es verdad que tenemos muy malos administradores a cargo de nuestras riquezas, lo que ha obligado a mis conciudadanos a salir del país, producto de la crisis económica y social.

"Nosotros los venezolanos no éramos emigrantes, por el contrario, en nuestro país por muchas décadas se recibieron ciudadanos de otras latitudes con los brazos abiertos. Pero ya ve, ahora nos ha tocado salir de nuestra tierra, la situación actual es insostenible, la mayoría de las personas no cuentan con ingresos que les permitan garantizar las necesidades básicas, como alimentos, medicinas, vestidos, la inflación aumenta por horas y por otra parte, la descomposición social, ha originado que a pesar de haber sido en un momento personas solidarias, actualmente se ha perdido la humanidad.

El señor le preguntó — ¿La humanidad?

— Efectivamente, en Venezuela hoy se vive la lucha de uno contra todos, y todos contra uno, existen grupos de personas que aprovechándose de la influencia que tienen ya sea con algún comerciante o con algunos militares o funcionarios corruptos, que valiéndose de su condición, acceden a productos alimenticios o medicinas y las revenden a precios exorbitantes sin importarles las necesidades de los otros—expuso entristecida.

Cada vez que pensaba en su país y lo que estaban viviendo sus paisanos, no podía evitar que sus ojos se humedecieran, es que lamentablemente tenían la sensibilidad a flor de piel producto de todo lo que estaba pasando.



Dolía profundamente lo que estaba padeciendo el pueblo venezolano, por culpa de unos politiqueros que se hacían ciegos, sordos y mudos a las necesidades del pueblo, mientras ellos no padecían las carencias que si sufría la mayor parte de la población, mientras el pueblo se ponía flaco ellos aumentaban de peso, como decía la canción y nadie hacia nada porque a los influyentes en el país les favorecía que vivieran en ese caos, porque como dice el dicho les gustaba pescar en río revuelto.

— ¿Y cómo la han tratado mis paisanos? —preguntó el chófer con amabilidad.



— Bueno la mayoría son muy amables, pero algunos, me han gritado y pedido que me vaya de su país. Dicen que venimos a quitarles oportunidades a los ecuatorianos —respondió la chica rememorando algunos momentos desagradables.

—No pienso que los venezolanos le quiten oportunidades a los ecuatorianos— le dijo el señor —, porque si ustedes luchan y se preparan en un campo laboral y hay un ecuatoriano que no lo hace, el mismo se está autoexcluyendo.



—Es cierto lo que dice, pero algunos no lo ven así —mencionó la chica dando un fuerte suspiró.

—Señorita hemos llegado a su destino. Le deseo suerte y bienvenida a mi amado Ecuador.

— Gracias, señor. Es Usted muy amable. ¡Qué tenga un buen día!— dijo bajándose del taxi.

Se bajó y caminó hacia el hotel, pero antes de entrar se ocultó tras unos arbustos y se arregló la ropa, cargaba una falda color mostaza con una camisa manga larga y zapatos altos color beige, se arregló su cabello que tenía recogido en una coleta y camino decidida hacia el lobby del hotel, el cual era de una impresionante elegancia.

Valeria María, era una mujer de veintidós años, de un metro setenta y seis de estatura, piernas largas, caderas bien proporcionadas, tez blanca, ojos entre ámbar y verde, cabello rojizo, con pecas en la nariz y mejillas, las cuales por más intentos que hacía en ocultar, siempre se notaban. Era técnico superior en turismo, había egresado de la Universidad Nacional del Turismo, Núcleo Hotel Escuela de Los Andes Venezolanos y tenía estudios de gastronomía destacándose sobre todo en comida mediterránea y japonesa, por eso se sentía preparada para ingresar a tan prestigioso hotel.



La recibió un chico amablemente, le informó que debía dirigirse al área de recursos humanos, ubicada en la parte lateral derecha y preguntar por la señora Marina Fuentes, quien era la persona encargada de la entrevista del personal. Siguió las instrucciones y preguntó por la encargada, quien le recibió e invitó a ingresar a una sala donde se encontraban un grupo de personas que también buscaban empleo, le dieron una charla y de seguida fueron entrevistándolas una a una y procedieron a entregar las hojas de vida.



Al finalizar la entrevista, fue llamada por la encargada, donde le notificaron que si bien es cierto estaba muy preparada, el puesto que tenía para ella era de camarera, con un horario de trabajo de veinticuatro horas de labor por veinticuatro horas libres, a menos que por razones de servicio se requiriera el cumplimiento de otro horario, y que sabían que estaba sobre calificada para el puesto, pero era la única oportunidad y eso porque ya tenía su visa temporal debidamente aprobada.

El sueldo era en un principio era de setecientos cincuenta dólares mensuales, lo cual le pareció bastante bien, considerando que el sueldo mínimo en Ecuador para ese momento eran de trescientos ochenta y seis dólares y con ese dinero podría mantenerse y ayudar a su familia en Venezuela. Estaba realmente contenta, le dieron un par de uniformes y junto a ello la bienvenida a la familia Guayaquil Resort, con un inicio de turno para el día siguiente.

Al salir del hotel Valeria iba tan emocionada y distraída porque había conseguido trabajo, que no se dio cuenta de un hombre que venía entrando y tropezó con él. Le expresó una disculpa —Lo siento señor, venía distraída y no lo vi— indicó con una sonrisa amable.

El hombre se quedó viéndola de pies a cabeza con una hermosa mirada de un azul intenso, y le dijo: —¿No se fija por dónde camina o es acaso ciega? — indagó el hombre con una mueca de disgusto y un tono soberbio.

“Un hombre soberbio es siempre difícil de contentar, porque siempre espera de los otros mucho más.”Richard Baxter.

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