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Capítulo 5. Te juro que estaba loco.

Capítulo 5.

Te juro que estaba loco.

Daliana ese día pasó preguntándose toda la noche qué había sido todo aquello, porque de repente no sólo sus deudas se estaban acumulando, sino que aparecía un pervertido en su momento de desahogo. 

-...Porque parece que no puedo tener ni un segundo de descanso... 

Desde que su madre había muerto, la joven había tenido que estar lidiando con las cuentas que se acumulaban cada mes, las facturas médicas seguían llegando y ella apenas sí podía cubrir algunas de ellas.

El banco ya no estaba dándole préstamos y la joven comenzaba a sospechar que tal vez esta mala suerte que estaba teniendo tenía que ver con la ausencia de su inexistente padre, pero como nunca lo había conocido tampoco podía echarle la culpa.

 Sólo tenía que aprender a respirar un día a la vez, aunque claro, para una joven de 24 años que está lidiando con todo puede resultar agobiante pedir ayuda cuando realmente la necesita y ella lo entendía a la perfección…

 Los empleos no siempre eran los más adecuados, apenas podía llegar a fin de mes: como mesera en la cafetería de Don Julio no ganaba millones, pero al menos cubría casi todo, y si no fuera por las deudas médicas que aún estaba pagando el empleo le daría para algo más…

 Y aunque había intentado en más de una ocasión realizar otra cosa, sencillamente nada resultaba; algunos le pedían casi 1000 años de experiencia, mientras que otros le decían que no estaba calificada para el empleo, siempre había una nueva excusa…

 Y una chica sensible viviendo sola tenía que buscar la mejor manera de desahogarse, y había buscado la lluvia para lavar sus penas,  lo había escuchado en más de una ocasión: que si le contabas tus problemas a la lluvia esta se los llevaría, pero no esperaba que en vez de llevarse los problemas le trajera un pervertido que además, era terriblemente maloliente 

-Dios mío, pero  ¿qué clase de mala suerte es esta que me persigue?,  ¿acaso no puedo ser feliz un solo día? 

Al amanecer,  la rutina de siempre: un par de huevos revueltos, vasos de jugo de limón, el uniforme del trabajo e ir de inmediato a la cafetería antes de que se le hiciera tarde, porque de seguro habría que limpiar demasiadas cosas en el lugar, pues las lluvias del día anterior no perdonaban a nadie y de seguro el barro se acumularía en la entrada. 

-Qué suerte la mía, ojalá y apareciera alguien que hiciera el trabajo sucio por mí.

La cafetería no se encontraba tan lejos del parque, por lo que podía ir caminando, y apenas estaba llegando,  ya Don Julio le estaba entregando una pala en sus manos, porque tal como sospechaba, el lugar estaba completamente invadido por todo lo que arrastraban las aguas de lluvia. 

-Vamos Daliana, entre más rápido lo hagas más rápido terminaremos 

- Don Julio tiene que contratar a alguien más para estas cosas. 

- Ay niña, tú sí te quejas todo el tiempo, es una sola quejazon contigo…si en un rato aparece un vagabundo le daremos un pedazo de pan duro para que haga el trabajo, pero mientras tanto tienes que irlo haciendo tú. 

-Esperemos que aparezca pronto el loquito de siempre…

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