CAPÍTULO 6 - EL VÍNCULO

Desafortunadamente ningún otro noble había podido hacer la conexión con ellos, por los constantes ataques a través de los años, la población de dragones de hielo había mermado drásticamente, en su mayoría, el clan estaba formado por hembras, las cuales eran más pequeñas, eran demasiado valiosas como para arriesgarlas a ser atacadas por los dragones de fuego, quienes las superaban en fuerza y poder.

Por esta razón, por generaciones los hombres del reino de hielo habían preferido no hacer vínculo con ellas. Ahora, en el caso de los machos, en verdad eran muy pocos, siendo Krad el de mayor tamaño y el líder del clan, y en general el único que tiene la fuerza suficiente para enfrentar un dragón de fuego, era el único en ser montado por el monarca del reino y con el único con el que se había formado un vínculo, así que nadie más en el reino podría ayudarme en la difícil tarea que se me había presentado en mis manos.

- Mi señor, no podemos arriesgarlo, si Krad no lo reconoce como hijo de su protector, podría matarlo en el preciso momento que ponga un pie en su guarida. –

- Lo sé Likantor, eso lo tengo claro, solo acompañé a mi padre algunas veces cuando estaba por montar a Krad, pero nunca me permitió acercarme mucho a él, por el temperamento inestable que tenía, me explicó que al sufrir su clan tanto daño por parte de otros humanos y dragones del reino de fuego, había perdido la confianza en nosotros, haciendo cada vez más difícil crear vínculos con ellos, y a punto de vista de mi padre, tenía razón en desconfiar, él solo estaba protegiendo a su clan de las malas decisiones que otros reyes del pasado habían tomado haciendo que los dragones de hielo enfrentaran a sus hermanos de fuego sabiendo que el calor los debilitaba y que eran superados en tamaño y numero. –

Eso es verdad joven príncipe, es por esa razón qué, desde tiempos de su abuelo, se prohibió sacar a los dragones a batalla o incluso a cualquier misión, para evitar seguir teniendo perdidas, de esta manera ayudar al clan a aumentar su población poco a poco. –

Estoy de acuerdo y eso quiero que continue siendo una orden activa, nosotros los humanos somos los protectores, y somos quienes debemos procurar su bienestar y no al revés, pero, ahora mismo necesito hacer el vínculo o mi reino estará perdido, y después de nosotros, seguirán ellos en el exterminio y eso es algo que no voy a permitir, así me cueste la vida. –

Pero joven príncipe, eso puede pasar y si usted hace falta, ¿Quién ocupara su lugar? –

- Toma en cuenta Likantor, que, si yo fracaso, lo más seguro es que no habrá reino que gobernar. Prágus podría intentarlo, aunque su linaje no es puro, así que la probabilidad sería mucho menor, pero en caso de que yo fracase quiero que de inmediato evacues el reino, te los lleves a todos a las montañas de hielo del norte, ahí se establezcan. Prágus estará a cargo del reino con tu guía y deberá prepararse para volver a intentar el vínculo de nuevo cuando sea mayor de edad, habiendo dejado ya heredero o reemplazo a su puesto. Esa sería la última esperanza para continuar siendo un reino de dragones. –

- Señor, por mucho que no me guste la idea, creo que es la única opción que tenemos, de lo contrario los dragones acabarán con todos nosotros. Hare los preparativos para estar listos, mientras tanto le sugiero joven príncipe, tome todos los libros que pueda encontrar sobre los dragones y léalos, aunque ya los haya leído antes en sus lecciones, vuélvalos a revisar y aprenda cada orden, cada palabra, cada detalle sobre su comportamiento y cuidado que le puedan ayudar. De la misma manera, están los diarios de los reyes anteriores, incluyendo su padre, deberá revisarlos uno a uno, quizás en ellos vengan algunos consejos para tratar con los dragones –

Asentí con la cabeza, sé que tenía demasiado trabajo por delante, pero si quería salvar a mi reino y a los dragones, debía esforzarme al máximo. Quizás las siguientes noches, dormir no sería una opción, pero los dragones cada vez estaban más inquietos y el tiempo apremiaba.

Habían pasado algunos días, Krad estaba sobre volando el reino no solo por las noches como solía hacer, ahora lo hacía en el día, cada vez más bajo, rozando con sus garras los techos de las casas, dañando algunos a su paso, parecía ser alguna clase de protesta, de incomodidad sobre la cercanía de los humanos con su clan sin haber un vínculo que justificara seguir viviendo todos en el mismo territorio.

Mi pueblo estaba cada vez más nervioso, los dragones cada día se acercaban más al poblado, se posaban sobre el castillo, o sobre algunas casas derribando los techos o algunas paredes con coletazos, era evidente que ya no nos querían ahí, por si fuera poco, ya no podíamos salir de las montañas sin ser atacados por el dragón de Hashim y sus hombres, las provisiones se estaban terminando y no había manera de llegar a los reinos aliados sin ser atacados en el camino.

En un arrebato de furia, Krad comenzó a exhalar fuego al sentir que una de sus hembras fue amenazada cuando ésta se paró sobre el techo de una pequeña casa y el peso la derribó cayendo al suelo entre las rocas y los muros resquebrajados, de lo que antes había sido una vivienda, la hembra al asustarse gruñó con fuerza lo que hizo poner en alerta a Krad y los demás dragones que empezaron a sobre volar el poblado.

El alfa de los dragones se posó en la plaza frente al castillo de manera amenazante y comenzó a lanzar fuego al aire en señal de advertencia. En contra de los consejos de Likantor, decidí armarme de valor y acercarme a Krad, no había nada más que pudiéramos hacer, cualquier movimiento en falso de quien sea, podría terminar en tragedia y no podía permitir que mi gente sufriera si yo tenía, aunque sea, una mínima posibilidad de calmar a los dragones.

Comencé a caminar despacio con la mirada abajo, Likantor intento detenerme, pero le ordené que no se acercara, todos tenían la orden de no mover ni un musculo ni hacer un solo ruido. Mi corazón latía con fuerza mientras los gruñidos de Krad se hacían más sonoros conforme me acercaba, exhalo una bocanada de fuego pasando casi por mi cabeza, y aunque todo mí ser me decía que me agachara y saliera huyendo, pero algo dentro de mí me hizo mantenerme erguido sin moverme ni un centímetro, no sé si fue el miedo que me paralizo, o algún instinto dentro de mí.

Sin saber exactamente si estaba en lo correcto, decidí optar por la segunda opción, era todo o nada, me detuve a tomar una respiración profunda, levanté el rostro y manteniendo una postura erguida continué avanzando, esta vez sin agachar la mirada, sin mostrar miedo, intentando parecer seguro, digno de ser un jinete de dragones… o al menos eso era lo que mi interior me decía que debería hacer…

Krad comenzó a gruñir después de ver que no retrocedí ante su amenaza de fuego, pero yo continue avanzando con paso seguro, el gran dragón alfa nueva mente volvió a exhalar otra bocanada de fuego a un costado de y seguida de otra más sobre mi otro costado, yo continue mi avance, podía sentir el calor abrumador de sus llamaradas rozar mí piel, unos centímetros más a un costado y ahora mismo sería un pedazo de carbón, eso me dio una seguridad que parecía ilógica a quien sea que presenciara la escena, pero para mí era claro, de haberme querido matar, lo hubiera hecho desde la primera, vez, supongo que solo me estaba probando para saber si tenía el valor suficiente y la fuerza para unirme a él.

Así que con paso decidido me acerque hasta quedar parado frente a él, él se irguió dando un último y feroz rugido al cielo que hizo que todos los dragones comenzaran a volar en círculos en el aire mientras gruñían inquietos, agacho la mirada para verme a los ojos y entonces lo pude sentir, no sé cómo describirlo, no eran palabras como tal, era un sentimiento de poder entender lo que él quería expresarme con su mirada.

Le devolví la mirada de la misma manera intentando concentrarme lo más posible y comencé a repetir en mi mente… “Me ofrezco a ser tu jinete y tu protector, serviré fielmente a tus propósitos y protegeré a tu clan como lo haré con mi pueblo, solo te pido a cambio le permitas a mi pueblo seguir viviendo en este lugar en armonía, como lo hemos hecho a través de las generaciones pasadas” … dicho esto me incline hacia él poniendo una rodilla en el suelo mientras mis ojos se dirigían hacia abajo y mi puño derecho se colocaba justo sobre mi corazón… “Te ofrezco mi lealtad y mi amistad señor de los dragones de hielo” …

Al hacer este movimiento, todo mi pueblo hizo lo mismo, inclinándose hacia el rey de los dragones mostrando su respeto y su lealtad como lo harían hacia su propio monarca.

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