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La tensión en el refugio era tan espesa que podría haberse cortado con un cuchillo. Todos los presentes se habían congelado en sus posiciones cuando Elian cruzó el umbral—Camila con su mano todavía entrelazada con la de Alejandro, Marcus con su mano descansando sobre el arma en su cadera, Laurent intentando ponerse de pie a pesar del dolor obvio en su costado.

Y Catalina, de pie en el centro de todo, mirando al hombre que legalmente todavía era su esposo con expresión que mezclaba shock, miedo, y algo más complicado que no tenía nombre simple.

Elian cerró la puerta detrás de él con cuidado deliberado, el sonido del pestillo cayendo en su lugar haciendo que varios en la habitación se sobresaltaran visiblemente. Levantó sus manos en gesto de p

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