Mundo ficciónIniciar sesiónEl pasillo del hospital se había convertido en un campo de batalla sin disparos. Los guardias reales flanqueaban la puerta de la habitación de Alejandro como centinelas de piedra, sus uniformes oscuros contrastando brutalmente con las paredes blancas y estériles. Marcus se había posicionado entre ellos y la puerta, una barrera humana con músculos tensos y ojos que prometían violencia si alguien intentaba pasar.
—Última advertencia—, dijo el guardia más alto, su mano moviéndose hacia la porra en su cinturón—. Apártese o enfrentará cargos por obstrucción a la autoridad real.
—Y yo le doy una última advertencia—, respondió Marcus con una calma que era más aterradora que cualquier grito—. Intente tocar a cualquiera en esa habitación y descubrirá que su autoridad real significa muy poco cuando tiene la nariz rota.<







