Capítulo 46
Cindy D'Vigo, una hermosa mujer de piel clara, aunque evidentemente tostada por el sol, con cabello marrón claro y ojos del color del café, pequeños, pero siempre despiertos y afilados, brillosos y contentos, alta estatura y esbelto cuerpo, había llegado al restaurante acompañada de dos amigas suyas y no se perdió el espectáculo de ver llegar a George J. Miller al sitio.

Ella se quedó paralizada, pensaba no verlo tan rápido.

Para la fémina, George estaba como el vino. Calculó que debía tener casi sus cuarenta años y se veía «ultra espectacular», como dijeron las chicas en su mesa, con ese traje de tres piezas de tela oscura y su cabello bien cortado, impoluto, como siempre.

Sin embargo, cuando ella —después de consultarlo con sus amigas— decidió levantarse para ir a saludarlo, percibió su preocupación y no lo recordaba de ese modo: casi hablando solo, pensativo..., un semblante que solo le había visto en el pasado, una sola vez, cuando ellos escribieron una historia juntos.

George
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