—¡Lenis!
Temblaba. Lenis miraba el techo, congelada, y no paraba de temblar.
Se sintió liberada del hombre que había caído como saco encima de ella. Después, percibió, como lejanos, unos fuertes brazos elevándola y sacándola de allí.
Sus lágrimas, el temblor, el dolor en el cuello, el cansancio emocional y físico, más los recientes recuerdos presentándose frente a ella, no la dejaban divisar quién era la persona que la rescataba.
«Mira su rostro», se exigió mentalmente. «Solo un poco más arriba…»
—¿Peter? —preguntó, al darse cuenta que era él. Ella percibió, en sus ojos, concentración. La miró fijo segundos antes de ser removida de su agarre.
—Llévala —le escuchó decirle a alguien más.
Lenis sintió que otra persona la cargaba y la sacaba de la casa.
Sentía mareo, dolor de cabeza.
Cerró los ojos.
El frescor del día la golpeó como si se tratase de hielo seco.
Se dejó hacer, se dejó arrullar por alg