Nunca fui de los hombres que fueran a bares de mala muerte. Mucho menos pagaría por sexo. No creo en eso, no disfruto como otros hombres usan a las mujeres pagándoles, sabiendo el asco que hay detrás de esa industria. Por eso es por lo que no son ellas las que me traen aquí, sino el alcohol y la clandestinidad. Ir a uno de los finos bares que suelo concurrir en diferentes ocasiones, no era algo conveniente; no cuando quiero olvidarme de todo.
—¿Qué hace un hombre como tú en un sitio como este? —me pregunta una mujer de cabello oscuro y ojos mar.
—Perdóname, no estoy en busca de compañía —me excuso y sigo caminando por el bar mientras que el ruido de la música extremadamente vulgar invade mis sentidos.
Llego hacia una de las mesas y tomo asiento sin siquiera querer mirar a la pasarela donde se pasean unas chicas con casi nada de ropa y bailan a cambio de algunos billetes.
—Si no buscas compañía, ¿Qué buscas en un sitio como este? —escucho la voz de la mujer una vez más.
Miro hacia mi c