SOFIE.
Había pasado una semana desde el accidente, y en este día me sentía harta de estar en la cama. Aún me dolía un poco el cuello y algunas posturas, pero definitivamente darme un largo baño, colocarme ropa de salir y maquillarme, me habían levantado muchísimo el ánimo, aunque no fuese a ninguna parte.
Adam se había ido hace tres días a Hawái y literalmente tenía su suite para mí sola, si bien su compañía para mí era única, sabía que él necesitaba arreglar su vida. Y ya era justo.
Salí de la habitación para notar a la señora que Adam había contratado, servirme el desayuno que devoré en minutos, y para cuando estaba por leer un libro e ir a la terraza por un poco de sol, escuché cómo el timbre resonó en toda la plata.
Hice caso omiso cuando alguien fue a la puerta, pero me tensé cuando escuché la voz de papá dar los buenos días.
Me levanté de inmediato y lo vi pasar. Mamá no estaba con él esta vez, y había algo diferente en su mirada. Dejé el libro encima de la mesa mientras él cami