CAPÍTULO 5

NOAH.

Llegué a la ducha de mi piso, y me metí a la regadera sin chistar, dejando el agua lo más helada posible.

“¡Estoy cansada! ¿Me escucha?”

Sus palabras, además de esa voz demasiado frágil, resonó en mis pensamientos, y luego recordé sus ojos hinchados, pero profundos, rayados y sexys, a pesar de que toda ella se escondía en ese uniforme desastroso.

¿Acaso nadie le había dicho que era demasiado para ocultarse de esa forma?

No pude evitar imaginar como delinearía su boca, y como ella podía ser la candidata perfecta para…

—Señor… ¿Está aquí? —escuché la voz de mi secretaria, pero no respondí, odiaba que me interrumpieran cuando me perdía en mis pensamientos, y los sentía en mi cuerpo—. Siento interrumpir… —dijo desde afuera—. Han llamado de la agencia, llevarán su auto a comprobar lo sucedido…

—¡¿Ya para qué carajos…?! Se supone que debían estar en diez minutos aquí… además, ya he cambiado la llanta.

Ella hizo un silencio, y me apresuré en terminar mi baño para colocarme la ropa, ya que en un unos minutos, tendría una reunión ejecutiva.

Acostumbraba a hacer mucho ejercicio, de alguna forma drenaba mi vida, y siempre lo hacía antes de venir a trabajar, cuando venía.

Mi secretaria se quedó mirándome cuando me arreglé la corbata. Peiné mi cabello con los dedos hacia atrás, mirándola detenidamente, sabiendo a qué se debía su silenció y su falda extremadamente corta.

Pero, ya había perdido el interés en ella, como siempre me pasaba con todas.

Me senté en la mesa amplia, y luego la miré.

—Hay una mujer… no sé su nombre, ni de qué área de la empresa pertenece… pero asistirá esta noche a la convención donde hemos invitado a los empleados a participar… ¿Puedes enviarme su hoja de vida? —ella pareció sacada de forma, pero asintió.

—Ok… una mujer… Y que asistirá esta noche… buscaré quienes fueron los elegidos, y…

—Recorta tu tiempo… —la corté—. Hay un tal Smith… debe ser de recursos humanos de las plantas inferiores, pregúntale a él…

—Claro… ahora pasaré a los empresarios a la sala…

—Iré en un momento…

—Una cosa más… cancela todos los contratos con esa agencia automovilística. Busca a otra más competente, y pídeles que se lleven el auto entero… cuando alguien promete una cosa y no la cumple, no vale la pena esperar nada a cambio…

Ella parpadeó queriendo decir algo, pero solo se fue.

 Para el mundo yo era demasiado frío. La prepotencia solo la había adquirido con el peso de los años, mis 36 años.

Estaba enojado con la vida por ser tan hija de put@, pero ahora me encargaba de mostrarle mi dedo todos los días, diciéndole que me valía una gran verg@ lo que hiciera de ahora en adelante.

Y esa era mi ganancia, nunca perdía.

Atendí la reunión, pero inútilmente no me pude concentrar.

Y muy rara vez me pasaba.

Había notado ese mismo olor cuando se me acercó, y se me desquició la mente cuando me di cuenta de que su inestabilidad era lo que me hizo querer mirarla con interés.

“Y si no quiere conocerme realmente… ¡Mueva su auto!”

Me reí de la gracia que me causó.

—Señor… podemos mediar para el cumplimiento del contrato… la empresa Hank ha hecho la propuesta con el fin de…

Levanté la mirada y negué, con eso dejó de hablar.

—¿Para qué mediar? Solo hay dos palabras que se discuten en los negocios, SI y NO… Cancela con ellos y busca a otra que no diga estupideces… —y me levanté haciéndole un ademán al director ejecutivo, para decirle que era todo por hoy.

—Señor… —me frené, pero no di la vuelta cuando ese mismo hombre siguió—. Sé que soy insistente, pero, el contrato es bueno…

Miré directamente a mi director general y sin contemplación dije:

—Despide a este hombre… y busca un mejor abogado.

Este asintió rápido, y luego me perdí de la escena.

Mis tres perfectos argumentos. No confiar. No creer. No ceder.

Lo mejor era tomar y desechar, y luego, seguir el camino.

Eran las seis de la tarde cuando mi secretaria me envió un archivo por correo con una nota que decía: “siento la demora”.

Y aunque me estaba alistando desde ya para la convención de esta noche, me senté y abrí el archivo para leer todo sobre esta mujer.

Y sí, era ella.

Emma Johnson. 23 años, profesional en finanzas y con un máster en economía.

Un cerebrito después de todo, y vaya que sabía ocultar sus poderes.

Tenía un año trabajando en la empresa como asistente financiera, y fruncí el ceño negando, al ver la monstruosidad de ese desperdicio.

¿Cómo era que mi propia empresa pasaba estas cosas? Definitivamente, debía rediseñar los modelos de contratos.

Solo había una pequeña foto en su currículo.

Su cabello castaño en un moño, perfecto para mí, y una boca grande que ella trataba de ocultar.

Sus ojos eran entre grises y azules, pero yo podía ver algo más en ellos.

Algo en mi mente me dijo “detente”, pero incluso ¿Quién eran esas células diminutas para frenar mi instinto?

La razón no siempre era mi elección.

Por la noche me fui directo a la convención, y llegué antes de la hora, porque era un jodido controlador. Lo que no podía estar en mis manos, simplemente no existía para mí.

Con el paso de los años había podido encausar más este defecto, pero había veces que incluso se me salía de las manos el querer poseer todo lo que mis ojos miraran.

No presté atención a nada, observaba a todos de lejos, hasta que el momento llegó:

Su piel blanca, su vestido negro como si estuviera de luto nuevamente tratando de ocultar su forma, y la manera en que caminó para entrar, siempre perdida, me alertó de inmediato. Y cuando ella se quedó mirando el centro del panel donde se destacaban algunas figuras tecnológicas, ordené que alejaran a todo el público de allí, menos a ella.

Estaba concentrada mirando algo, por lo que no notó que la gente se iba, y cuando llegue a su sitio, vi que estaba mirando la miniatura de planta de energía eólica.

—Hola, Emma… —ella casi saltó parpadeando, y me encantaba como sonaba su nombre en mi boca.

Por supuesto, tenía un traje, así que en dos pasos hacia atrás se despegó de mí como si yo la quemara, y recorrió toda mi altura con sus ojos abiertos.

—¿Disculpe?

—No… Pero ¿Le interesan las innovaciones que respetan la naturaleza? —me estaba impacientando su estado quieto, y si no se despabilaba rápido, perdería el interés.

—Si está aquí para que me disculpe, no lo haré… usted… ¿En qué parte de la empresa trabaja? —me reí. Ella era toda una gracia.

—¿Por qué quiere saber?

Sus hombros se alzaron, y allí me di cuenta de que parte de ellos estaba desnudo, mostrando su piel cremosa.

Mis manos se hicieron en un puño, y luego volví a sus ojos.

—Escuche… señor… yo tenía la razón esta mañana, y usted podía mover el auto sin ninguna dificultad. No todos podemos hacer lo que nos plazca…

Yo sí podía.

—¿Por qué no?

—Siempre hay alguien más a quien afectamos con nuestras acciones, por supuesto… —y mi ceño se frunció.

—¿Entonces siempre vive pensando en lo que les pasará a los demás con sus acciones? —ella abrió la boca, pero continué—. ¿Quiere algo de tomar? —y negó rápidamente.

—No… tengo algo que decir si me preguntan y no quiero estropearlo… vine solo por trabajo.

Sus dedos tocaron el vidrio que tenía al frente y se interesó en las cosas, dejándome allí de pie ignorándome, sin embargo, de un momento a otro se agitó, y luego se giró de golpe.

—¿Cómo sabe mi nombre? Nunca se lo dije…

—¿Por qué con un máster trabaja de asistente? —fui directo y eso la asustó más. Ella no se abriría conmigo, en definitiva.

Así que tomé mi teléfono y tecleé rápido, y en cuestión de segundos un asistente se puso delante de nosotros.

—¿Es Emma Johnson? —ella se giró hacia él asintiendo, y luego le prestó su absoluta atención—. Bien… estoy interrogando rápido a los participantes, dígame en cinco minutos su perspectiva del proyecto, de acuerdo con su rubro…

Ella me miró de reojo, pero fue toda una profesional ignorándome por completo, para dar una respuesta brillante, y a continuación, comenzaron a repartir unos aperitivos.

Me alejé todo lo que pude, y viendo que eran las nueve, supe que era hora de salir de aquí.

Sin embargo, la vi hablar con una chica, mientras comía un chocolate relleno.

Solo esperé un segundo, y cuando aquella mujer que la acompañaba se encargó de su celular y distrajo, caminé rápido a la salida, no antes sin detenerme frente a ella, mucho más cerca de lo que estaba admitido.

Su queja quedó en su garganta, y con mi dedo pulgar restregué su boca duramente, para quitarle los restos de chocolate, y luego me chupé el dedo frente a ella.

—Hasta mañana, Emma, descanse, lo va a necesitar…

Me hubiese gustado saber su expresión, pero era mucho mejor imaginármelo…

Maria Pulido

¿DÍGANME QUE LES PARECE NOAH? LAS LEO!!!!!

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