EMMA.
Al día siguiente, cuando restregué mis ojos y me senté en esta amplia cama, solo pude ver la habitación iluminada, y el otro lado vacío.
Tomé el aire recordando la noche anterior, y como había cerrado mis ojos después de escuchar esa oración. Lo más sorprendente de todo es que había sentido a Noah por la madrugada llegar a tocarme hasta terminar teniendo sexo, pero a diferencia de otras veces, no había esta ansiedad y prisa en él.
Tomé mi cuello para apretarlo y me levanté esperando encontrarlo pronto.
Me gustaría seguir con las preguntas, estaba inquieta con el montón de dudas, y por lo enigmático que era, pero cuando caminé por todo el apartamento, no había rastro de él, y solo me frené de golpe con la sábana apretándola sobre mi cuerpo, cuando un hombre en la puerta, me pidió disculpas con la mirada.
—¿Desea que la lleve a casa? —Parpadeé varias veces un tanto confundida.
—¿Dónde está Noah?
—El señor ha salido de viaje…
Y sentí una sensación en el pecho que me abrumó. ¿A esto