Me recargué en la puerta y lo miré fijamente. Con delicadeza, tomé el borde de mi suéter y lo fui subiendo lentamente, él seguía cada movimiento con curiosidad. Luego, con la misma calma, tomé el borde de mi pantalón y lo bajé despacio revelando el tatuaje. Sus pupilas se dilataron y una sonrisa hermosa, cuyo significado no comprendí en ese momento, se dibujó en sus labios. Las palabras no fueron necesarias, él entendió perfectamente el significado de ese tatuaje.
Volvió a sonreír, se acercó sin dejar de mirarme y con la yema de sus dedos acarició el borde del tatuaje, me quedé congelada, soltó una risita y retrocedió un paso. Tomó el borde del suéter y empezó a subirlo, en ese momento mi cara era un poema de confusión y fue ahí cuando enfoqué la mirada hacia su pecho. Pasé saliva neutralizando el asqueroso nudo que empezó a subir por mi pecho. ¿Recuerdan el otro tatuaje que me había recomendado el tatuador? Pues bien, Luca tenía tatuado en el pecho un corazón con fuego. Nuestras mi