Él sonrió malvadamente mientras sus dedos se movieron a la cremallera, empezó a bajarla un poco, abrí más los ojos y entonces él susurró.
—¿No tenías pues curiosidad de saber qué me había tatuado?
Respondí sin pensar.
—¿Me lo vas a mostrar?
Una sucia y malvada sonrisa se dibujó en sus labios.
—¿Qué? —Arqueó una ceja.
Lo miré fijamente, no me iba a dejar intimidar. Mordí mi labio inferior.
—¿Qué me quieres mostrar?
Volvió a sonreír, se bajó la cremallera y con ella el borde del elástico del boxer, bajé la mirada y me llevé las manos a la boca, no podía creerlo, solo podía ver su gorrito y parte de sus ojos, pero era claro que tenía tatuado a Pinocho. Arqueé una ceja con curiosidad, sí ahí estaba la cara de Pinocho, ya podía imaginar cuál era su nariz. Se ajustó el pantalón y me guiñó un ojo.
—Que original, ¿por qué Pinocho? —inquirí con curiosidad.
Se levantó y sin dejar de mirarme se acercó.
—¿No lo imaginas? —mordió su labio inferior, se sentó junto a mí.
Me relamí los labios.
—