No sé quién es, ni cuáles son sus intenciones irrumpiendo en el lugar de esa forma, pero nos observa como si acabara de ver un fantasma, con el entrecejo fruncido y una de las manos apoyada sobre la enorme puerta de madera que acaba de abrir. Al contemplarlo con mayor claridad, veo que viste una remera blanca desgastada, jeans y botas negras en cuyas puntas se perciben notables manchas marrones de lo que parece ser barro o suciedad. Digamos que su aspecto no es lo más agradable e indicado para ver luego de haber pasado la noche entera sobre ese suelo áspero e incómodo para dormir.
- ¿Esperan que pida perdón por haberlos interrumpido o qué?
Cuestiona incomprendido, levantando las cejas y mostrando un tono de queja. "La verdad es que si, viejo amargo", digo en mi mente, pero no muevo ni un músculo de la cara.
Rafael: No, par