En un impulso casi inconsciente, Thor jaló a Celina hacia él, encajando el cuerpo de ella contra el suyo, como si solo así pudiera respirar en paz.
Celina despertó asustada. Lo miró, confundida, con los ojos aún pesados de sueño. Los rostros estaban demasiado cerca. El silencio entre ellos, demasiado intenso.
Ella abrió la boca para preguntar algo.
—¿Thor? —La voz de Celina salió baja, ronca por el sueño y la sorpresa.
Los ojos de ella, aún medio perdidos, lo encontraron en la oscuridad. El cuarto estaba silencioso, pero la presencia de él era todo menos silenciosa. El cuerpo cálido contra el de ella, el brazo alrededor de la cintura, el aroma familiar de perfume y algo más... algo que la hacía sentirse protegida y confundida al mismo tiempo.
Thor no respondió de inmediato. Solo cerró los ojos y respiró profundo, como si ese momento fuera la única paz que conocía desde que llegara a Dubái.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella, con un tono más firme ahora, aunque bajo.
—Tratando