Temperamento salvaje.
Narra Matías.
Contuve la respiración, atormentado por la sensación de los labios calientes que subían y bajaban por mi polla embravecida. Se estaba esmerando, ahora, excitándome con los fuertes movimientos de su puño. Se habían acabado los preámbulos y las provocaciones. Quería que me corriera. Ya.
El deseo de tomarla y embestirla era desgarrador. La agresividad iba creciendo dentro de mí como un terremoto, obligándome a tratar de controlarme. Apreté la mano sobre la nuca y traté de hacer que fuera más lenta. Después, me rendí y empecé a moverla, instándola bruscamente a que chupara más rápido y con más fuerza.
Tenía la mente nublada por la necesidad de copular, pero estaba el dilema de mantenerme firme o doblegarme por completo, siendo el títere absurdo de esta diabla, no obstante, levantarla y pedirle que se vaya no es una opción, la quería follar, pero a mi manera siendo yo quien domine como león a su hembra no viceversa.
Sentía un hormigueo en la espalda. Las pelotas se me