Taylor la escrutó anonadado pues el objetivo de Berenice era cada vez más evidente. No deseaba ser solo una amiga, quería adueñarse de su corazón… y de su cuerpo.
El joven carraspeó y retiró la mano con delicadeza, cuidando de no ofender a su acompañante.
—No… entiendo a qué quiere llegar —fingió demencia.
—Está bien, no te preocupes. No tengo prisa en absoluto —replicó—. Me gusta ir despacio. Lo que se logra con esfuerzo y perseverancia, es más exquisito.
Taylor tragó saliva y se movió un poco en su asiento debido a que comenzó a sentirse intranquilo.
Afortunadamente, una mesera se aproximó a la mesa para entregarles lo que ordenaron. Desde ese momento, se mantuvieron callados, pues se concentraron en cenar con serenidad.
Berenice lucía bastante cómoda y satisfecha por ese encuentro, pero Taylor disimulaba su desconcierto. Era la mujer más osada que había conocido y lo había sorprendido en gran manera, ya que ni siquiera se imaginaba que sería capaz de insinuársele tan directame