Justo en el momento en que Conrado se marchó, Salomé se separó del beso y miró a Joaquín, sorprendida por su osadía. Con el corazón latiendo a mil por hora de la indignación, lo empujó con tanta fuerza apartándolo de ella que este terminó tambaleándose, luego extendió su mano y lo abofeteó.
—¡No me