...
William recibió una llamada a eso de las seis de la tarde. Era la mujer de la tintorería para comunicarle que la mancha no había salido por completo del abrigo, pese a los esfuerzos y los sofisticados mecanismos utilizados. Él la dejó hablar un rato y por fin la cortó:
— No se preocupe, hizo lo que pudo.
Antes de que la mujer pudiera insistir en sus justificaciones, agregó:
— En serio, agradezco muchísimo su esfuerzo. Iré por la prenda en un rato, ¿de acuerdo?, adiós.
Colgó sin esperar una respuesta.
El reloj marcaba