VEINTE

...

William recibió una llamada a eso de las seis de la tarde. Era la mujer de la tintorería para comunicarle que la mancha no había salido por completo del abrigo, pese a los esfuerzos y los sofisticados mecanismos utilizados. Él la dejó hablar un rato y por fin la cortó:

— No se preocupe, hizo lo que pudo.

Antes de que la mujer pudiera insistir en sus justificaciones, agregó:

— En serio, agradezco muchísimo su esfuerzo. Iré por la prenda en un rato, ¿de acuerdo?, adiós.

Colgó sin esperar una respuesta.

El reloj marcaba

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