Lucía
—Ven, ven aquí —digo con la voz temblorosa y en segundos está caminando hacia la cama. Sube y su enorme cuerpo hunde el colchón. El leve movimiento de las olas es casi imperceptible, apenas puedo recordar que estoy en un yate. David se detiene justo frente a mí y toma mi mano con sus dos manos. Dejo caer mi cuerpo en reposo y él solo me mira espantado.
—Ven aquí —mirándome detenidamente se recuesta pero alejado de mi—. Acércate a mí.
—No puedo —muerdo mi labio y me siento terrible, debo de lucir espantosa.
—Lo siento, debo de lucir horrible —trato de sentarme de nuevo cuando él me detiene.