Los trillizos defienden a su padre.
El hombre ruso se quedó sin palabras y muy serio por unos momentos, se preguntaba de dónde había sacado su hijo esos términos para identificar a un niño de una niña.
— Aleksey, después me vas a explicar de dónde sacaste esos términos, ¿Semillita? Que barbaridad contigo, ya duérmete que mañana hay colegio.
— Si, papá, buenas noches, dale un beso a mamá de mi parte.
— Y de nuestra parte también.
Se escuchó a coro decir a Alexander y Alexandro.
— Lo haré. — Dijo el ruso antes de apagar la luz y salir con rumbo a su habitación con Isabella. Cuando volvió ella ya estaba dormida, entre más meses de embarazo cumplía ella dormía más. — Genial, ya se durmió esta mujercita, entonces hoy no me va a dar amor. — El hombre dejó escapar un suspiro, se metió en la cama y abrazó a su mujer. Esa noche se conformaría con solo dormir a su lado.
Ese mismo fin de semana, en el bello jardín de la mansión de Ismael y Griselda, una experta decoradora de fiestas había hecho magia, el lugar pa