La pasión de los Rossi.
El asistente solamente guardaba silencio y trataba de hacerse invisible. Su estricto jefe estaba siendo llevado al límite por uno de sus trillizos. Sin embargo a diferencia de la poca o nula paciencia que le tenía a cualquier otro. Con su hijo si se esforzaba por guardar la calma.
Los ojitos grandes y azules del niño parpadeaban inocentes esperando la respuesta de su padre.
— Alexandro, Estás esperando que te responda, ¿Cierto? Dejen sus sugerencias a Enrique, él sabrá que es más adecuado para la fiesta y que no. Vayan a su habitación a que las niñeras los duchen y los vistan.
— Ahhh... Estaba muy cómodo en pijama, es domingo pero papá nos quiere vestidos... — Aleksey, protestaba pero sabía que tenía que obedecer. Así los tres niños salieron del despacho. Eran muy bellos y de fina estampa, pero hacían desayunar mucho a su padre primerizo.
— Jefe sus hijos son... adorables.
El ruso dejó escapar un resoplido. El camino a recorrer con esos tres pequeños demonios era bastant