CAPÍTULO TREINTA Y UNO: DESPERTAR CON UN MATUTINO.
Matthew.
Alice cae exhausta sobre mi pecho sudoroso. Me dejo caer sobre el colchón con ella aún en mis brazos, manteniéndola rodeada. Permanecemos unidos; mi erección sigue cálida y palpitante dentro de ella.
El calor residual de su orgasmo se siente en lo profundo de mi ser. El olor a sexo, sudor y el perfume de Alice es un cóctel que me embriaga. Sostengo su cuerpo tembloroso; esta fuerza protectora es un instinto que no puedo apagar.
Me permito un momento de calma, y luego, el deseo regresa, más oscuro y exigente. Ella es adictiva. La empujo suavemente para mirarla. Su rostro es la imagen perfecta de la rendición. Es preciosa, pero su belleza es una trampa de la que no quiero escapar.
Deseo más de ella. No es suficiente; quiero poseerla nuevamente y que ambos nos saciemos hasta el cansancio.
—Cielo —exclamo.
Siento una risita vibrar en su pecho. Ella levanta la cabeza; su rostro sudoroso está sonrojado y un brillo diferente i