Cuando Brith llegó a casa, todo estaba en silencio. Entró con cuidado, tratando de no hacer ruido, y se dirigió al salón. Allí encontró a Brihana, Amelia y Tiffany acurrucadas en el sofá, dormidas bajo una montaña de mantas. La película aún seguía reproduciéndose, pero nadie le prestaba atención.
Brith se quedó en la entrada, mirándolas. Había algo tan pacífico en esa escena que le dolía el pecho. Se acercó lentamente y ajustó las mantas para que estuvieran más cómodas.
—Eres un idiota, Brith. —murmuró para sí mismo, mientras miraba a Brihana. Ella dormía profundamente, con su rostro relajado, pero incluso en sueños, parecía distante, inaccesible.
Amelia abrió un ojo justo cuando Brith se inclinaba para arreglar las mantas. Lo miró con una expresión seria, pero no dijo nada. Cerró los ojos de nuevo, dejando claro que hablarían al día siguiente.
Brith suspiró, sintiéndose más impotente que nunca. Había fallado. Había fallado como esposo, como hombre, como todo. Se retiró en silencio, d