Siguiendo el cauce del Escalda.
Varios meses antes.
El Comandante no sacó las khopesh de sus guardas ni siquiera cuando sus manos se hubieron sanado por completo después de enfrentarse a las innumerables púas de argentio de la red para salvar a Lara. Su postura seguía siendo de abierto desafío, pero sabiéndola lejos y un poco más a salvo, y al destacamento concentrado en él, su espíritu parecía haberse serenado.
La escolta se mantuvo inmóvil hasta que la Madre, convertida en una mística tigresa, y los Mensajeros, se perdieron de la vista siguiendo la ruta que antes habían tomado el lobo y la niña; pero ni siquiera entonces Dominic abandonó su posición defensiva. Todos sabían que no protegía su propia vida y por supuesto no se cuidaba de un ataque por parte de sus amigos. Se contentaba con mant