24. EL LOBEZNO

Cabaña de Sean.

Sentada en un extremo del porche de la cabaña Lara disfrutaba la caída de la tarde. Después de dos días durmiendo sin interrupción, y otra semana soportando los dolores más insólitos que se podrían imaginar por fin su cuerpo parecía haber vuelto a la normalidad; y la chica, arrebujada en una manta gruesa, había logrado dar los primeros pasos fuera de la casa, intentando que el aire frío le tonificara un poco los maltratados músculos.

Al principio no le había hecho ninguna gracia que sus rescatadores fueran precisamente el rector de los runier y su pareja, pero entonces apenas podía abrir los ojos, no digamos ya valerse lo suficiente por sí misma como para levantarse y marcharse. Despertar entre ellos, por otro lado, fue casi un acto de alegría.

Silver Moon no se había separado de ella,

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