Lucy Lowy
-Querida, no vayas con la espada desenfundada, primero escucha y después decide, recuerda que estas embarazada mantente tranquila hija.
-Gracias mamá Myla, lo haré gracias.
-Yo también los quiero, anda ve yo me quedo con mi hermoso nieto.
Llegue al recibidor y estaba sentado junto al niño, su hijo. El semblante de Julián era deplorable, ojeras, había perdido mucho peso, sin cabello y sin cejas. Mi madre mantenía el buen animo durante las quimios y hacía bromas por la falta de cabello, pero sabía que lo hacía para que no nos sintiéramos mal por ella, nos entristecía verla tan demacrada.
-Buenas tardes.
-Hola – el niño se entusiasmó al verme, se puso de pie y puso sus manitas en mi barriga – Hola bebés – Y en ese momento recordé las palabras de Samuel, la sangre llama, los bebés se empezaron amover igual que la noche anterior.
Le sonreí – creo que te reconocieron – lo que tuviera que decir sería fuera del alcance de los oídos del niño - ¿Quieres chocolate?
- ¡Si! ¿puedo papá?