CAPÍTULO 28
DEJEMOS QUE LA VIDA NOS SORPRENDA
¡Su novia!, ¡me pidió que fuera su novia!, apenas y me cabía la emoción en el pecho. A mis treinta años, divorciada, con un fatídico matrimonio a cuestas y tras jurar en repetidas ocasiones que no volvería a enamorarme nunca más, ahí estaba, emocionada cual adolescente, porque Dante me pidió que fuera su novia.
— ¡Sí!, ¡sí quiero ser tu novia! — repetí con entusiasmo. Me alzó en brazos apretándome muy fuerte.
— ¡Me haces el hombre más feliz del universo!. De haber sabido que se sentía así, te lo habría pedido desde niños — confesó.
— ¿En la secundaria? — inquirí con curiosidad.
— Me gustabas mucho entonces — me colocó de nuevo sobre el suelo y aflojó su agarre, pero sin llegar a soltarme, — me llamaba mucho la atención tu cabello — tomó un mechón entre sus dedos.
— ¿Por qué nunca me lo dijiste? — quise saber.
— No olvides que era un chico tímido — bromeó.
— ¡Claro!, — me mofé — nos habríamos ahorrado muchos dolores de cabeza.
— Tal vez… —