Un sonido escapó de los labios de Gregory sacando a Adele de su trance. Abrió grande los ojos ¿Qué había hecho? Se puso nerviosa, sus mejillas se tornaron rojas y quiso librarse de su abrazo. Pero Gregory la aprisionó más.
- Lo siento - Le dijo avergonzada, no sabiendo donde esconder el rostro.
- Yo no… -
Esa respuesta la sorprendió. La cara y sus ojos parecían estar detrás de un cristal empañado, viéndola, así en sus brazos; así toda avergonzada y dulce; con la mirada enloquecida. Adele se había dejado llevar invadida por su calor, por esas manos que la trataban con ternura y ahora, con el cuerpo pegado al suyo parecía que podía derretirse.
Gregory tenía la cabeza desarmada, el corazón a punto de explotarle y las manos que le quemaban porque la estaba tocando. Se iba a dejar arrastrar.
Bajó su boca, esta vez, y volvió a sentir esos labios suaves, aterciopelados. Adele se hizo de gelatina. Sus manos viajaron hasta rodearle el cuello y los pies se apuraron para ponerse a su altura. Si