Enrique miró hacia arriba y hacia fuera, frunciendo el ceño al ver el uniforme que llevaba el otro hombre y el imponente pastor alemán a sus pies. —Tómate tu tiempo para comer, que voy a salir.
Al salir, hizo un guiño al guardaespaldas que tenía al lado para que vigilara a Cecilia.
El hombre que estaba fuera le saludó: —Señor Enrique, dicen que han recibido un informe de que tenemos contrabando en el coche y quieren registrarlo.
Bosco acababa de utilizar esta excusa para registrar la villa de Rafael hacía dos días, y no esperaba que hoy le tocara a él.
La otra parte le mostró su identificación: —Hemos recibido un informe de que hay contrabando en este coche y tenemos que registrarlo, por favor, coopere con nosotros.
Enrique echó un vistazo a la pistola que la otra parte llevaba prendida a la cintura y asintió: —Regístralo.
Aunque se había preparado mentalmente, no pudo evitar fruncir el ceño cuando vio que la policía sacaba a tientas un paquete de debajo del coche.
El paquete se abrió,