En el coche, Cecilia parpadeó con los ojos enrojecidos, rodando lágrimas por ellos.
Algo acababa de caerle en el ojo, y no podía encontrarlo después de mirarse en el espejo durante un largo rato, frotándose la zona alrededor del ojo con un pañuelo de papel hasta enrojecerlo, y la sensación de un objeto extraño clavado en el ojo no se aliviaba.
Al final, Bosco forzó su rostro y le ayudó.
El hombre se acercó, su cálido aliento le rozó la cara y, en cuanto Cecilia abrió los ojos, pudo ver sus labios bonitos y sensuales.
Este tipo de escena dulce a los ojos de los demás era simplemente una tortura para Cecilia ahora mismo.
Estuvo despierta toda la noche, no tenía buen aspecto. Se maquilló a propósito por la mañana, no pensó en ello cuando se frotó los ojos hace un momento. Lo recordó más tarde cuando vio la sombra de ojos y el delineador de ojos manchados en su mano, y para entonces, Bosco ya se había acercado a ella.
Llevaba casi cinco minutos mirándole a la cara.
Cecilia no pudo evitar d